
El modelo de desarrollo turístico actual y la crisis climática se han consolidado como dos de los mayores desafíos para la industria turística. Hoy en día, el cambio climático se ha convertido en una amenaza global evidente y cada vez mayor que ha pasado de ser una preocupación remota para convertirse en un grave problema reconocido por más de 11.000 científicos a nivel mundial (Ripple et al., 2020).
Este fenómeno tiene importantes repercusiones negativas, tanto sociales como económicas. Específicamente, en la industria turística esta crisis plantea importantes amenazas, entre las que se incluyen la extinción de especies, la reducción de recursos hídricos, riesgos para la salud y la seguridad, un aumento de los incendios forestales, el calor extremo y la propagación de enfermedades. Incluso destinos populares pueden verse afectados debido a condiciones meteorológicas desfavorables (López Palomeque et al., 2022a; Olcina y Vera, 2016; Siddiqui e Imran, 2019). Planteada de esta manera, se trata de una amenaza cada vez más preocupante para la actividad turística a escala mundial.
En España, el modelo turístico predominante es el de “sol y playa”, y el clima representa un atractivo turístico de primer nivel. Esta circunstancia hace que el sistema turístico dependa en gran medida de las condiciones climáticas y del espacio litoral, lo cual implica que el cambio climático podría tener un impacto negativo muy significativo sobre los lugares que dependen del turismo (López Palomeque et al., 2022a). Por consiguiente, este fenómeno podría conducir a cambios en las condiciones de competitividad en ciertas áreas turísticas a nivel global para algunas modalidades, como el ya nombrado turismo de sol y playa o el turismo de nieve (Simancas, 2020).
Por otro lado, el turismo también es responsable de una parte considerable del cambio climático. Se estima que el sector genera el 8 % de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, y se proyecta que esta cifra se duplique para el año 2050 (United Nations Environment Programme, 2019). Más de la mitad de estas emisiones provienen del transporte (que abarca tanto la movilidad para llegar al destino como la movilidad interna), mientras que el resto está relacionado con el alojamiento y las actividades turísticas (López Palomeque et al., 2022a). Así, el turismo contribuye a empeorar el cambio climático a la vez que sufre sus consecuencias.
Dicho lo anterior, se puede deducir que las relaciones entre el turismo y el cambio climático son complejas y bidireccionales. Por un lado, el turismo agrava el cambio climático debido a la emisión de gases (incluyendo la aviación, el transporte por carretera y la generación de energía en los destinos) y a los cambios territoriales (que implican alteraciones en las condiciones naturales del entorno y un aumento de las áreas urbanizadas). Mientras que, por otro lado, el cambio climático afecta al turismo alterando las condiciones climáticas, disminuyendo el bienestar (con cambios en las preferencias de los destinos) y aumentando las amenazas como los eventos climáticos extremos y los riesgos para la salud (Olcina, 2012).
Por tanto, se hace patente la necesidad de adoptar medidas efectivas para mitigar el cambio climático. Algunos destinos turísticos son especialmente vulnerables y la falta de resiliencia del sector se evidenció con la crisis del COVID-19 (Pitarch, 2020; Gössling et al., 2021). La pandemia debería haber impulsado una evaluación crítica del modelo de crecimiento turístico global, considerando los riesgos asociados con los viajes internacionales y la contribución del sector al cambio climático (Gössling et al., 2021). La creciente preocupación de la industria ante el cambio climático exige investigación y la implementación de medidas de gestión para mitigar su impacto a corto, mediano y largo plazo (Siddiqui e Imran, 2019).
En este contexto, TERRA: Revista de Desarrollo Local, en su enfoque pluridisciplinar, presenta este número monográfico centrado en integrar “turismo y desarrollo local” para abrir un espacio de reflexión sobre las nuevas dinámicas globales y climáticas, con el propósito de analizar estrategias que favorezcan la adaptación de los destinos turísticos ante los desafíos del cambio climático. La industria turística, como agente clave del desarrollo local, tiene el potencial de asumir un rol protagónico en la mitigación de sus impactos y en la promoción de modelos sostenibles. En este sentido, como destacan Pulido y López Sánchez (2023), “apostar por la sostenibilidad en el turismo no es tanto una necesidad como una obligación inaplazable”. La sostenibilidad no solo es esencial para minimizar los efectos negativos del sector, sino que también representa una oportunidad para contribuir de manera positiva a la resiliencia ambiental, así como al desarrollo social y económico de los territorios.