CINE SUECO

Thommy Berggren y Pia Degenmark en Elvira Madigan (1967) de Bo Wideberg

Se dice con frecuencia que el cine sueco vive bajo el síndrome Bergman pero quizá sea un juicio demasiado excesivo pero que se comprende desde la perspectiva histórica del cine sueco. Pocas son las naciones en el mundo capaces de mostrar un cuadro de honor tan apabullante como el que posee Suecia a lo largo del tiempo: realizadores, guionistas, actrices, actores, directores de fotografía, escenógrafos.. etc. Aquel pasado glorioso se inició desde que el pionero Charles Magnusson y su productora Svenska Biograffteatern (lo que más tarde se convertiría en la Svensk Filmindustri desde 1919) dieron los primeros pasos para un trabajo en continuidad. Eran momentos de entusiasmo tal que en un sólo año, el citado de 1919 se vendió en Suecia la bonita cantidad de ocho millones de entradas.. El ambiente era propicio para que naciera una gran cinematografía.

Dos figuras de talla mundial venían monopolizando la atención de todos: Victor Sjöstrom y Mauritz Stiller, cuyas primeras obras maestras - Ingeborg Holm y El vampiro - datan de 1913. Ambos tomaron el camino de Hollywood en la década de los veinte: Stiller acompañado por una Greta Garbo a la que había lanzado a la fama en 1924 con La expiación de Gösta Berling; Sjöstrom, reclamado por Louis B Mayer para que se hiciera cargo en la Metro de películas que complacieran a los europeos. La fama de Sjöstrom y Stiller eclipsó en buena parte la trayectoria de un realizador de gran valía, Georg af Klercker, cuya figura se está revalorizando actualmente en la medida que lo permite la visión de su obra, gran parte de la cual ha desaparecido para siempre.

En el tránsito del periodo mudo al sonoro, que fue traumático para muchas cinematografías, Suecia encontró un hábil realizador como Gustav Molander, quien demostró su capacidad para elaborar productos de solvente factura que explotaban al máximo las virtualidades de la nueva etapa. Entre ellas, la de descubrir rostros nuevos para el público y, muy especialmente, uno: el de Ingrid Bergman, a partir del melodrama Intermezzo (1936), film que motivaría la rápida llamada de los estudios norteamericanos a la actriz, con la que Molander guardó una relación similar a la que Stiller tuvo con Greta Garbo.

De mayor entidad artística resulta la trayectoria de Alf Sjöberg, muy intensa en los años cuarenta y al que se deben las mejores adaptaciones de los dramas de Strindberg, con mención especial para dos de ellos, separados por casi veinte años en el tiempo, La señorita Julia (1951) y El padre (1969), su última película. También le debemos a Sjöberg otra aportación fundamental: haber ayudado a Ingmar Bergman a introducirse en el mundo del cine, al filmar en 1944 su guión de Tortura, donde ya se vislumbran las constantes temáticas del futuro realizador. Es el inicio de una carrera admirable de casi cuarenta películas, donde proliferan las obras maestras y dotada de tal personalidad que incluso ha acuñado una determinada manera de hacer cine. Varios de sus más estrechos colaboradores se sentirían después tentados por la realización como dos de sus interpretes habituales, Max von Sydow y Liv Ullman o su director de fotografía preferido, Sven Nykvist.

Al tiempo que Bergman despliega su plenitud creadora en los años sesenta, cuatro nuevos directores - favorecidos por la creación del Instituto de Cine Sueco- saltan a escena: Bo Widerberg, Jan Troell, Vilgot Sjöman y Jörn Donner. Todos ellos supieron crear grandes películas pero continuamente sentían sobre sus cabezas la sombra de un Bergman que parecía ocultar las auténticas posibilidades de cada uno. ¿Sienten también esa sombra realizadores más jóvenes, como Lasse Hallström, cuyo éxito con Mi vida como un perro (1985) le llevase a Hollywood; Suzanne Osten, que acreditará su valía en Los hermanos Mozart (1986) y El ángel de la guarda (1989); Susanne Bier o Kjell-Åke Andersson que tanto llamaron la atención con sus operas prima, Freud se va de casa (1991) y Mi gran papá (1993). El tiempo lo dirá, mientras tanto los últimos grandes éxitos del cine sueco (La casa de los ángeles, El último baile o Bajo el sol) vienen de la mano de un realizador británico, Colin Nutley.

 © Fernando Lara (texto)


Bibi Andersson - Pernilla August - Greta Garbo - Gunnel Lindblom - Harriet Andersson - Ingrid Bergman - Anita Björk - Erland Josephson - Max von Sydow - Samuel Fröler - Stellan Skarsgård - Roy Andersson - Ingmar Bergman - Ella Lemhagen - Kjell Grede - Jan Troell - Lukas Moodysson - Colin Nutley - Amanda Ooms - Vilgot Sjöman - Suzanne Osten - Ingrid Thulin - Mai Zetterling - Bo Widerberg

 Astrid Lindgren y el cine  

 El nuevo cine sueco  

Un verano con Monika de Ingmar Bergman

El séptimo sello de Ingmar Bergman

 Fresas salvajes de Ingmar Bergman

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 Persona de Ingmar Bergman

Elvira Madigan de Bo Wideberg

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Sonata de Otoño de Ingmar Bergman

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El asesino cándido de Hans Alfredson

El aprendiz del maestro ladrón de Henry Meyer

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Los cazadores de Kjell Sundvall

El último contrato de Kjell Sundvall

Mi gran papá de Kjell-Åke Andersson

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Soñando con Rita de Jon Lindström

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Otoño en el Paraiso de Richard Hobert

 La belleza de las cosas de Bo Widerberg

La casa de los ángeles de Colin Nutley

Tic Tac de Daniel Alfredson

Bajo el sol de Colin Nutley

Bahía del invierno de Harald Hamrell

Confesiones privadas de Liv Ullman

Bajo la superficie de Daniel Fridell

Secretos de familia de Kjell-Åke Andersson

Fucking Åmål de Lukas Moodysson

Infiel de Liv Ullman

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Corazón de piedra de Martin Munthe

Festival de Karl-Johan Larsson

Lo desconocido de Michael Hjorth

A no ser que de Ella Lemhagen

Hot dog de Alexandra-Therese Keining

Una aventura de amor de Mats Arehn

Hogar, dulce hogar de Dan Ying

Eso de ser adultos de Felix Herngren & Fredrik Lindström

Nada es imposible de Daniel Lind Lagerlöf

El atentado de Colin Nutley

Belleza sueca de Daniel Fridell

El tipo junto a la tumba de Kjell Sundvall

El nuevo país de Geir Hansteen Jörgensen

Sonámbulo de Johannes Runeborg

Maldad de Mikael Håfström

 Juntos de Lukas Moodysson

 Lilja 4-ever de Lukas Moodysson

El fantasma del lago de Mikael Håfström