La construcción de una nueva Facultad de Medicina vino a responder a las necesidades de espacio de la Universitat de València a comienzos del siglo XX; aunque poco tiempo antes se había construido en la calle de Guillem de Castro una facultad para este mismo uso. Además, la voluntad de llevar a cabo en Valencia el primer campus universitario, junto al paseo de Valencia al Mar, hoy avenida de Blasco Ibáñez, fue motivo suficiente para convocar, en 1906, un concurso de ideas para las Facultades de Ciencias y Medicina. El proyecto ganador fue obra del arquitecto José Luis Oriol Urigüen, que concibió un conjunto formado por ambos edificios y por un hospital clínico. Esta propuesta no se llevó a cabo, ya que se optó por la construcción de estas facultades de forma independiente.

En los años 30 del siglo XX se hizo cargo de las obras el arquitecto madrileño Alfonso Fungairiño quien reemprendió la construcción del edificio, actuando como arquitecto director el valenciano Luis Albert Ballesteros. Sin embargo, en esta nueva facultad no encontramos el tipo de arquitectura moderna que caracterizó a Fungairiño, pues opta por desarrollar los elementos clásicos, dando como resultado una arquitectura funcional de aspecto sobrio y monumental. De esta forma, la fachada principal se eleva sobre escalinata y un potente frontis da acceso al edificio. Remata el ingreso un gran tímpano que aloja la escultura alegórica del Ars Medendi, realizada por el escultor José Terencio Farré, siguiendo las líneas modernas del art déco. La estructura adintelada, que recorre el paramento exterior del edificio, se ve acentuada por la incorporación de pares de columnas, que le dan un sentido secuencial rítmico, de cadencia clásica. La bicromía obtenida a partir de la alternancia del ladrillo vista y del revoco que la recubren acentúa el resultado atractivo del conjunto.

En el interior, accedemos al gran hall, obra meritoria inspirada en modelos clásicos y barrocos, que toma como referencia y reinterpreta. Este espacio es uno de los más sorprendentes de la arquitectura de la Universitat de València del siglo XX, momento en el que se construyen buena parte de los edificios de este campus. El vestíbulo, cuenta además con óculos de gran formato que cubren el interior de los arcos ciegos que recorren la parte superior. Los grandes ventanales, el uso de la bicromía a partir de la diferenciación de materiales y la presencia de la gran escalinata, dotan a este interior de una extraordinaria racionalidad compositiva y monumentalidad.