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Estados Unidos: ¿un país más dividido tras la presidencia de Donald Trump?

vía Twitter de Nancy Pelosy (@SpeakerPelosi)

Estados Unidos, primera potencia mundial, ¿es un país más dividido tras la reciente presidencia del republicano (y controvertido) Donald Trump? La respuesta es clara: sí. Pero es necesario comprender cómo se ha llegado a esta división y para ello hay que analizar en profundidad la presidencia del magnate de Nueva York. En este artículo también abordaré de forma breve la manera en que la situación de Gobierno Dividido y la polarización política han influido en las circunstancias actuales de ese país.

19 de de febrer de 2021

Adrián Ortiz Climent[1]
Doctorando en Derecho Constitucional
Universitat de València

 

Estados Unidos, primera potencia mundial, ¿es un país más dividido tras la reciente presidencia del republicano (y controvertido) Donald Trump? La respuesta es clara: sí. Pero es necesario comprender cómo se ha llegado a esta división y para ello hay que analizar en profundidad la presidencia del magnate de Nueva York. En este artículo también abordaré de forma breve la manera en que la situación de Gobierno Dividido y la polarización política han influido en las circunstancias actuales de ese país.

El periodo en el poder de Donald Trump se ha visto siempre acompañado por la polémica. Se trata, ante todo, de un presidente cuyos drásticos cambios de posición en decisiones que afectan tanto al ámbito legislativo como al político difieren respecto a sus antecesores, no solo demócratas, sino también republicanos.

“El periodo en el poder de Donald Trump se ha visto siempre acompañado por la polémica.”

El germen de la presidencia de Trump estuvo en su nominación, dentro del Partido Republicano, para las elecciones de noviembre de 2016. Ya ese verano, cuando su posición electoral empezó a tomar forma y se percibieron en él posibilidades reales de victoria, muchos expertos se plantearon si lo habrían subestimado. Se le nominó entre 17 candidatos, algunos del peso de Jeb Bush (exgobernador de Florida, hijo y hermano de los expresidentes Bush padre y Bush hijo. Además, figuraba en esa lista el gran candidato del establishment republicano, el senador hispano Ted Cruz, que para muchos miembros del partido era la mayor esperanza conservadora al estilo tradicional.

Los lemas de la campaña de Trump —«América primero» y «Volvamos a hacer grande a América»— engancharon precisamente con esa mentalidad nacionalista y proteccionista de la clase media blanca, protestante y tradicional de los Estados Unidos. Este grupo de población se había visto relegado por otros más cosmopolitas, residentes en las grandes ciudades y de trayectoria demócrata, que dominaron no solo los ochos años de gobierno de Obama, sino previamente, y durante décadas, en el Congreso e incluso dentro del Partido Republicano, con medidas que muchos consideraban poco conservadoras.

“Los lemas de la campaña de Trump —«América primero» y «Volvamos a hacer grande a América»— engancharon precisamente con esa mentalidad nacionalista y proteccionista de la clase media blanca, protestante y tradicional de los Estados Unidos.”

Lograda ya la victoria frente a Hillary Clinton —con la consiguiente conmoción nacional, debido a que, gracias al sistema de colegio electoral, Trump obtuvo más electores que votos populares—, el nuevo presidente accedió al cargo en enero de 2017. A priori todo apuntaba a un periodo de Gobierno Unitario, pero la realidad fue muy distinta. A pesar del dominio republicano en la Presidencia y en el Congreso, sus propios colegas de partido no estaban dispuestos a dejar que implementase con total libertad sus promesas de campaña ni a que pusiera en práctica sus ansias de reforma y su ambiciosa agenda legislativa. Pero el nuevo presidente, valiéndose sobre todo de órdenes ejecutivas, dio comienzo a su cruzada contra la inmigración y la regulación masiva de extranjeros en situación ilegal. Su obsesión con la construcción de un muro de separación en la frontera mexicana o con el control transfronterizo fueron algunas de sus medidas más polémicas. En este aspecto llegó incluso a chocar con destacados senadores de su partido, como John McCain, todo un símbolo del Partido Republicano, lo que no le impidió a Trump cuestionar su veteranía y fuerza como excombatiente.

Por todo ello, la división en los Estados Unidos se incrementó en los primeros compases de la presidencia de Trump. Pero hasta las elecciones legislativas de medio mandato no se produjo una polarización partidista más feroz. La victoria demócrata en la Cámara de Representantes y la expectativa de las siguientes elecciones presidenciales marcaron este segundo periodo de su presidencia.

“La presidencia de Donald Trump ha quedado, pues, marcada por estos hechos y su mensaje previo: en él, azuzó a sus seguidores y delante mismo de la Casa Blanca enardeció a la multitud con sus teorías sobre el fraude electoral.”

Los demócratas intentaron revertir algunas de sus medidas, con la frontal oposición del presidente; de esta manera se llegó a una polarización, me atrevo a afirmar, nunca vista en ese país. Trump, con su retórica populista, atizaba a la masa conservadora y más nacionalista en vísperas de su proceso electoral más importante: la posible reelección en noviembre del pasado año. Pero la pandemia y la posterior crisis económica provocaron un vuelco en las encuestas y ello hizo que el presidente se sintiera más nervioso, hasta el punto de poner en tela de juicio el voto por correo y el mismo sistema electoral —y, con ello, la democracia estadounidense—. Durante la noche electoral, el presidente dudó de los resultados y posteriormente no llegó a reconocer nunca su derrota.

Todo ello derivó en los altercados y el posterior asalto al Capitolio, sede de la soberanía popular y uno de los lugares más sagrados para esa democracia. La presidencia de Donald Trump ha quedado, pues, marcada por estos hechos y su mensaje previo: en él, azuzó a sus seguidores y delante mismo de la Casa Blanca enardeció a la multitud con sus teorías sobre el fraude electoral.

“Así, en el lado demócrata, la lucha entre las alas progresista y centrista ha tensado al partido, aunque por el momento los centristas se han impuesto con la presidencia de Biden.”

Ahora, tras el fracaso del asalto y una vez que el nuevo presidente, Joe Biden, ha tomado posesión del cargo, Trump se enfrentó a un segundo proceso de impeachment, histórico por lo singular en un presidente de los Estados Unidos.

Por lo tanto, la presidencia de Donald Trump ha influido, y mucho, en la polarización de su país y en la división entre los dos partidos principales. Ahora bien, es necesario destacar que tal división se viene gestando desde mucho antes. Se puede situar su origen en el nacimiento del Tea Party y en la presidencia de Obama. Y no solo se ha dado entre ambos partidos, sino también dentro de ellos. Así, en el lado demócrata, la lucha entre las alas progresista y centrista ha tensado al partido, aunque por el momento los centristas se han impuesto con la presidencia de Biden. No obstante, la rama progresista sigue disputando el poder y goza de un gran control en el partido. Por otro lado, el Partido Republicano ha visto resurgir tras la derrota de Trump la pugna entre centristas (o conservadores tradicionales) y el ala más conservadora-nacional-populista, a la que representaba el «trumpismo». Todo ello se ha traslado a la sociedad estadounidense y provocó —o al menos eclosionó en— los actos del pasado 6 de enero en Washington DC.

“Por otro lado, el Partido Republicano ha visto resurgir tras la derrota de Trump la pugna entre centristas (o conservadores tradicionales) y el ala más conservadora-nacional-populista, a la que representaba el «trumpismo».”

Podemos concluir, pues, que los Estados Unidos son un país más dividido tras la presidencia de Trump. Sus políticas respecto a la inmigración, las minorías étnicas, los derechos y libertades o el sistema de separación de poderes ha influido sin duda en esa división. Pero ¿recae toda la responsabilidad de esa división en su presidencia? La respuesta es clara también: no.

“La presidencia de Joe Biden arranca con la intención de devolver a la normalidad la institución presidencial.”

A raíz de esto surge otra pregunta: ¿cómo superar la actual división del país? La presidencia de Joe Biden arranca con la intención de devolver a la normalidad la institución presidencial. Lo que sería normal en un presidente se ha convertido en extraordinario en estos primeros compases de su mandato. Solo el tiempo dirá si esta división se reduce o, por el contrario, aumenta en los próximos años.

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