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¿Puede Rusia recuperar Ucrania? Una párabola de hermanos distanciados

28 de de gener de 2022

Leendert Johannes van Voorst   @ljvvoorst
Doctorando en Derechos Humanos, Democracia y Justicia Internacional Universitat de València[1]

¿Forman Rusia y Ucrania una familia? Desde luego, los dos países comparten una larga historia en la Rus de Kiev medieval, el Imperio Ruso y la Unión Soviética. Aludiendo a este pasado, Ucrania se puede traducir como ‘tierras fronterizas’, e históricamente el país también era conocido como Malorossiya: la ‘pequeña Rusia’. Incluso después de la caída de la Unión Soviética, durante décadas se mantuvieron muchos lazos, algunos más amistosos que otros, entre ambos países. Para algunos, incluido Putin, este pasado compartido implica también un futuro compartido. Pero, ¿se ajusta a la realidad esta visión de un camino común para Rusia y Ucrania?

En las últimas décadas la política ucraniana ha oscilado entre el acercamiento a Rusia y a Occidente

Las trayectorias de Rusia y Ucrania comenzaron a divergir a partir de la caída de la Unión Soviética, cuando las anteriores repúblicas soviéticas se independizaron. A la vez, dentro de Ucrania una división antigua volvió a manifestarse. Por una parte, surgió un grupo reivindicando Ucrania como una nación independiente, autónoma, ucraniana, que quería unirse a Occidente. Mientras tanto, otros visualizaron Ucrania como un estado pluralista, con varias tradiciones, idiomas y vínculos con diferentes países, siendo Rusia uno de los más importantes tanto cultural como económicamente. En las últimas décadas la política ucraniana ha oscilado entre estas dos visiones de su país, y con ello, entre el acercamiento a Rusia y a Occidente.

En el otoño de 2013 el gobierno ucraniano inesperadamente decidió acabar con un proceso formal de acercamiento a la Unión Europea a través de un Acuerdo de Asociación. En su lugar firmó un acuerdo con Rusia que no conllevó reformas transcendentales, sino un préstamo billonario y un descuento en el precio del gas. Este cambio abrupto causó grandes protestas conocidas como el ‘Euromaidán’ y, en febrero de 2014, el derrocamiento del gobierno. Rusia sostuvo que esta revolución era antirrusa y que los extremistas que la impulsaron ponían en peligro a los rusos étnicos en Ucrania. Con la excusa de tener la obligación de protegerlos, Rusia anexionó la península ucraniana de Crimea en marzo. En la región oriental de Donbás grupos armados intentaron separarse de Ucrania también, por lo que el nuevo gobierno ucraniano mandó su ejército para prevenirlo. Ante los avances de los militares ucranianos, Rusia decidió respaldar a los separatistas del Donbás e intervino militarmente. Desde principios de 2015 este conflicto se ha congelado, ya que a pesar de innumerables enfrentamientos, ninguna parte del conflicto ha sacado ventaja y no parece haber una solución política.

Cambios radicales en la estructura social pueden afectar las identidades de actores de tal manera que su relación también se transforma radicalmente.

Pero, ¿por qué insiste el gobierno ruso tanto, y tan agresivamente, en quedarse con Ucrania a su lado? Rusia se aferra a lo que es esencialmente una configuración de poder estructural rota. El poder estructural, a diferencia del poder obligatorio, no se basa en imponer a otro actor a hacer lo que no quiere, sino en las posiciones que ocupan los distintos actores en relación con cada uno en una estructura social, y en cómo esta relación configura sus identidades e intereses. Teóricamente, el poder estructural funciona de tal manera que los actores en cuestión no se rebelan contra su suerte, porque sus identidades están informadas por sus posiciones sociales, y como tal, rebelar implicaría ir en contra de su propia autocomprensión. Sin embargo, en ocasiones cambios radicales en la estructura social—ya sea desde dentro o desde fuera—pueden sacudir o incluso romper el entendimiento compartido por los actores implicados, y afectar sus identidades de tal manera que su relación también se transforma radicalmente.

En la configuración de poder estructural rota a la que se aferra Rusia, ésta desempeña el papel de hermano mayor, como estado sucesor de la Unión Soviética y como la gran potencia que se cree ser. Mientras tanto, Ucrania es el hermano pequeño—la ‘pequeña Rusia’—con los mismos genes, una educación similar, pero no tan sabia y fuerte como Rusia. Por supuesto, el hermano mayor sabe lo que es mejor para la familia y, por tanto, es mejor que Ucrania le escuche. Así es como, según Rusia, han sido siempre las cosas, y como deberían ser siempre. No obstante, desde la caída de la Unión Soviética, Ucrania ha alcanzado la mayoría de edad y, en busca de su propia identidad, se ha desprendido de la mano guía de Rusia y ha ido en busca de amigos en la casa de los vecinos.

El sentido de identidad de Rusia incluye a Ucrania, incluso si la identidad de Ucrania ya no incluye a Rusia

Mientras Ucrania encontraba nuevos amigos en Occidente, Rusia se sintió traicionada, especialmente después de la revolución del Euromaidán en 2014. Es difícil, si no imposible, para Rusia dejar ir a Ucrania. Después de todo, ¡son una familia! El sentido de identidad de Rusia incluye a Ucrania, incluso si la identidad de Ucrania ya no incluye a Rusia. La situación es aún más compleja porque no toda Ucrania ha pivotado hacia Occidente. Una minoría significativa de ucranianos no quiere romper con su hermano del este. Al fin y al cabo, comparten no solo muchos vínculos económicos, sino también una larga historia, una lengua, y una cultura. Algunos de ellos incluso persiguen unirse a Rusia, ya que no pueden imaginarse un futuro dentro de la Ucrania actual. Estas ‘señales mixtas’ hacen que la ruptura radical entre ambos países sea aún más difícil de digerir para el gobierno ruso.

Así, desde la perspectiva de Rusia, la relación histórica de poder estructural entre Rusia y Ucrania se rompió unilateralmente por el hermano que ‘perdió el rumbo’. Para intentar arreglar esto y devolver a Ucrania al redil, Rusia se volcó en esfuerzos militares, anexando Crimea y respaldando la insurrección en el Donbás. Ahora, como el conflicto en el Donbás ya lleva años estancado y Rusia ve que, desde su punto de vista, no se hacen esfuerzos legítimos para resolver sus agravios y Ucrania no quiere volver a su posición apropiada, amenaza de nuevo con la violencia desplazando miles de tropas y armas hacia la frontera y presentando a Ucrania y a sus amigos occidentales ultimátums imposibles.

Nunca es tarde para hablar.

Con todo, pese a las amenazas e intenciones de Rusia, la violencia nunca devolverá Ucrania al redil ruso. Una incursión, una guerra prolongada, o incluso la instalación de un gobierno títere no restablecerá la relación que Ucrania y Rusia han tenido a lo largo del tiempo. Las amenazas violentas o la violencia real sólo ampliarán la brecha que se ha creado entre los dos pueblos. Aunque la historia compartida entre los dos es importante, son pocos los casos en los que una familia se ha reunido de verdad por obligación y bajo amenazas. Las relaciones entre Ucrania y Rusia solo mejorarán cuando las disputas se resuelvan con diálogo, y cuando se respete la voluntad propia y la independencia, incluso aunque uno haya decidido distanciarse del otro. Recordémosle a Rusia que cualquier acto militar solamente le aislaría más, pero también que la mesa de negociaciones quedará abierta. Nunca es tarde para hablar.

 


[1] Una versión reducida de este texto ha sido publicada en inglés en un foro privado de la Universitat Oberta de Catalunya.

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