La microbiología no tiene nombre de mujer

  • Mètode
  • Lina Sofia Fernandez Hernandez
  • 8 febrero de 2024
 
La bacteria Spirochaeta zuelzerae debe su nombre a Margaret Zuelzer (en la imagen), microbióloga que hizo importantes contribuciones al estudio de las espiroquetas.
La bacteria Spirochaeta zuelzerae debe su nombre a Margaret Zuelzer (en la imagen), microbióloga que hizo importantes contribuciones al estudio de las espiroquetas.

La revista Mètode publica un reportaje sobre la investigación realizada en la Universitat de València sobre los nombres científicos dedicados a investigadoras.

Cytophaga johnsonae. Así se llama la bacteria que debe su nombre a Delia E. Johnson, una microbióloga estadounidense y la primera mujer en la historia de la microbiología en dar nombre a un organismo, ciento veinticinco años después de que lo hiciese un hombre.

En biología, una manera de reconocer a las figuras más destacadas de su campo es dedicarles un epónimo, es decir, un término que proviene de un nombre de persona. Hay muchos ejemplos, también en campos como la medicina o la química: el elemento químico curio, que debe su nombre a Pierre y Marie Curie; la enfermedad de Alzheimer, por el médico que la identificó; los logaritmos neperianos, en honor a John Neper; o la ya citada Cytophaga johnsonae. Ahora bien, ¿cuántos de estos epónimos en ciencia están dedicados a mujeres? Una investigación reciente sobre los nombres científicos de bacterias y arqueas ha puesto de manifiesto la notable brecha de género que existe todavía en la nomenclatura de los procariotas en microbiología.

El estudio lo han realizado científicas y científicos del Departamento de Microbiología y Ecología de la Universitat de València, el Instituto de Agroquímica y Tecnología de Alimentos (IATA, CSIC) y el Instituto Leibniz de Alemania. Tras analizar miles de epónimos procariotas han hallado que solo un 14,8% de ellos deben su nombre a una mujer, lo cual deja claro que la situación no ha mejorado desde que se bautizara a C. johnsonae en 1947, a pesar de que el número de mujeres en el campo de la microbiología haya ido aumentando progresivamente y que otras microbiólogas han ido incorporándose al listado: Margaret Zuelzer (Spirochaeta zuelzerae), Genevieve Roth (Rothia)), Michaela Elisabeth Sharpe (Lactobacillus sharpeae) o Junqin Li (Nocardioides lijunqiniae), entre otras muchas.

Lola Giner i David Arahal, dos dels autors de l’estudi sobre els epònims en microbiologia.

Según David Arahal y Lola Giner, investigadores de la Universitat de València y coautores del estudio, la principal causa de esta brecha la encontramos en el hecho de que casi todas las disciplinas han estado mayoritariamente dominadas por hombres, además, según los investigadores, en microbiología se acude mucho a figuras históricas, por lo que claramente ya se parte de una raíz desigual. De todos modos, según David Arahal «actualmente se están sacando a la luz muchas mujeres escondidas que tuvieron un papel importantísimo como Fanny Gese o Katherine Evans».

Los epónimos en la cuerda floja

En los últimos años se ha abierto un debate sobre la idoneidad de ciertos epónimos, como es el caso del escarabajo Anophthalmus hitleri, que debe su nombre a Adolf Hitler. También en ciertos sectores de la botánica o la zoología ha habido debates sobre cambiar algunos epónimos pertenecientes a figuras históricas cuestionables hoy en día como, por ejemplo, aquellos relacionados con el pasado colonial. No obstante, según Arahal, esta problemática no existe en microbiología. «Estamos hablando de un periodo histórico en el cual en microbiología apenas se estaban acuñando nombres –explica el investigador– y cuando hemos revisado todos los epónimos no nos hemos encontrado ni un solo caso que pueda suscitar este tipo de polémica».

Extrapolando este debate a la brecha de género en las nomenclaturas procariotas, ni David Arahal ni Lola Giner consideran que un cambio de nombre o la eliminación de los epónimos sea la solución, ya que esto crearía confusión en la nomenclatura botánica y zoológica. Para los investigadores, la solución pasaría por dar más visibilidad a esta problemática, así como a los estudios que se están haciendo, con el fin de que las nuevas generaciones de científicos y científicas no repitan los mismos errores y se empiece potenciar figuras positivas pertenecientes a la ciencia.

Según Lola Giner, «el hecho de que este artículo se haya podido publicar ya tiene mucha repercusión». La microbióloga cree que conocer esta situación es una buena manera de tomar consciencia y elegir referentes femeninos si se tiene la oportunidad de nombrar una bacteria o una arquea. David Arahal añade que también es importante que las instituciones académicas como la universidad se impliquen y faciliten la inclusión de figuras del campo de la sociología y otros similares que analicen las causas de esta situación, en qué áreas geográficas se reproduce más, si esto depende de cuán igualitarias sean las sociedades, etc. Por el momento, tanto Arahal como Giner esperan poder seguir investigando sobre este tema y poder hacer más divulgación en centros educativos para así poder llegar a las nuevas generaciones y evitar que esta brecha de género se siga reproduciendo.

Este reportaje fue originalmente publicado en la página web de la revista Mètode de la Universitat de València.