Un estudio demuestra grandes diferencias genéticas de la población europea en el Paleolítico y el Neolítico

  • Unidad de Cultura Científica y de la Innovación
  • 11 enero de 2024
 
J. Emili Aura Tortosa (izquierda) y Domingo C. Salazar-García (derecha) en el Campus de Blasco Ibáñez de la Universitat de València.
J. Emili Aura Tortosa (izquierda) y Domingo C. Salazar-García (derecha) en el Campus de Blasco Ibáñez de la Universitat de València.

La Universitat de València (UV) participa en un estudio internacional publicado en la revista Nature y liderado por la Universidad de Copenhague en el que se analizan más de 1.600 genomas humanos antiguos para arrojar conocimientos sin precedentes sobre los acervos genéticos humanos del pasado de Eurasia occidental (actual Europa). En el estudio han participado J. Emili Aura Tortosa, investigador y catedrático de la UV, y el investigador CIDEGENT Domingo C. Salazar-García, ambos del Departamento de Prehistoria, Arqueología e Historia Antigua.

El estudio muestra que las diferencias genéticas entre las poblaciones antiguas de Eurasia occidental eran sustancialmente mayores de lo estimado anteriormente y también mucho mayores que las observadas en las poblaciones actuales. Esta diferenciación se debió en parte a la existencia de una barrera genética invisible en toda Europa. Los arqueólogos han señalado durante mucho tiempo una aparente barrera cultural que persiste durante todo el Mesolítico y el Neolítico, desde el Mar Negro en el sur hasta la región del Mar Báltico en el norte. Dentro de esta región geográfica, distintos grupos culturales tenían diferentes formas de vida en términos de abastecimiento de alimentos, por ejemplo. Al alinear el conocimiento arqueológico con análisis completos de ADN antiguo, la identificación de este fenómeno de la Gran Divisoria desempeña un papel clave en el estudio.

El genoma de las cuevas de Santa Maira publicado en este trabajo tiene una antigüedad de 9.500 años y se ha obtenido a partir de un resto dental de los cazadores-recolectores-pescadores que vivieron entre la costa y la media montaña de las actuales comarcas centrales valencianas. La secuencia indica relaciones con las poblaciones de cazadores prehistóricos de Europa occidental del final del Pleistoceno y también conserva restos de una ancestralidad más antigua, relacionada con los inicios del Paleolítico superior. “Estos resultados replantean la discusión sobre el verdadero alcance de Iberia como un refugio durante el Último Máximo Glacial, tanto en términos de movimientos de población como de sus efectos sobre las redes sociales y los procesos de evolución cultural”, destacan J. Emili Aura Tortosa y Domingo C. Salazar-García.

“Desde el punto de vista arqueológico, éramos muy conscientes de que existía alguna forma de división a lo largo de los períodos mesolítico y neolítico”, relata Kristian Kristiansen, profesor de Arqueología en la Universidad de Gotemburgo (Suecia) y profesor asociado del Centro de Geogenética de la Fundación Lundbeck de la Universidad de Copenhague. (UCPH). “Sabíamos que la gente al este de la Gran Divisioria mantenía sociedades complejas de cazadores, pescadores y recolectores, mientras que la gente al oeste se convertía gradualmente en agricultores, hasta una cuenca en la Edad del Bronce, hace unos 4.000 años, cuando la Gran Divisoria comenzó a reducirse. Sin embargo, lo que no sabíamos era si había diferencias genéticas entre los dos grupos que vivían a ambos lados. Ahora, los análisis de huesos y dientes antiguos han revelado que sí las había”, explica el profesor Kristiansen, uno de los coautores de la Genómica de poblaciones.

En particular, este estudio proporciona muchos conocimientos nuevos sobre la diversidad genética entre los cazadores-pescadores-recolectores de Europa occidental y el este de esta división. Estas estructuras de población estaban cambiando y la diversidad genética disminuyó cuando los agricultores de Anatolia se expandieron a Europa durante el Neolítico y aún más cuando los pastores yamnaya se extendieron por toda Europa hacia el 5.000 AP. Morten Allentoft, biólogo evolutivo y profesor de la Universidad Curtin, Australia y del Centro de Geogenética de la Fundación Lundbeck en UCPH, codirigió el flujo de trabajo altamente optimizado de recolección, secuenciación y análisis de las numerosas muestras de ADN antiguo de esqueletos humanos prehistóricos reportadas. El profesor Allentoft es el primer autor de Population Genomics, que él y otros investigadores comenzaron a preparar hace más de una década. Ya en la fase preliminar quedó claro que se enfrentaban a un importante desafío de conservación con estas muestras, que tenían hasta más de 11.000 años.

“El ADN antiguo de muchas de las muestras estaba extremadamente degradado. Pero como pudimos aprovechar nuestra experiencia y avances tecnológicos en términos de muestreo y extracción de ADN de un importante estudio similar sobre la Edad del Bronce, ahora pudimos retroceder aún más en el tiempo y analizar más de 300 genomas que datan del mesolítico y el neolítico”, afirma el profesor Allentoft. Estos datos podrían luego combinarse con datos publicados existentes para construir nuestro sorprendente conjunto de datos de más de 1600 genomas humanos antiguos.

En València, esta investigación se enmarca dentro del grupo Prometeo Sociedades Paleolíticas Mediterráneas del Proyecto CIPROM 2021/036, y del proyecto CIDEGENT/2019/061, financiados ambos por la Generalitat Valenciana.

 

Artículo: Allentoft, M. E., Sikora, M., Refoyo-Martínez, A. et al. Population genomics of post-glacial western Eurasia. Nature 625, 301–311 (2024). https://doi.org/10.1038/s41586-023-06865-0

 

Pies de foto anexos:

Cuevas de Santa Maira, en Castell de Castells.

Imágenes: