Nuestro aislamiento de hoy, nuestro alcoholismo de mañana

  • Unidad de Cultura Científica y de la Innovación
  • 7 abril de 2020
 

Lucía Hipólito, profesora del Departamento de Farmacia, Tecnología Farmacéutica y Parasitología de la Universitat de València explica en The Conversation cómo nuestro cerebro, durante esta etapa de confinamiento, puede convertir el consumo de alcohol esporádico en un hábito.

Estar animados, con un nivel de motivación elevada, no nos viene nada mal para superar la pandemia que estamos viviendo. En nuestro cerebro el sistema mesocorticolímbico regula los comportamientos motivados para la obtención de los refuerzos. Este sistema está formado por diversos núcleos cerebrales en los que encontramos el área tegmental ventral. Esta área está compuesta por neuronas dopaminérgicas que proyectan sus axones para liberar la dopamina. La activación de estas neuronas es una señal que nos motiva y nos da la energía para conseguir consumir estos estímulos, que llamamos refuerzos. Como Afirma Lucía Hipólito, llamar a estas situaciones “refuerzo” es tremendamente descriptivo, porque la obtención de estos estímulos refuerza que repitamos estos comportamientos y, así, ayudemos a la especie a sobrevivir.

En el artículo publicado en The Conversation, Hipòlito reflexiona sobre qué es lo que pasa cuando tenemos pocos refuerzos o nos vemos privados de aquellos que teníamos antes de la COVID-19. Las drogas, incluido el alcohol, activan las neuronas de dopamina del sistema mesocorticolímbico. Igual que la comida, el sexo o el contacto social, el alcohol y otras sustancias liberan dopamina en el núcleo accumbens y nos indican y enseñan que el alcohol es “necesario” para la supervivencia de la especie. ¿Y qué sucede entonces? Pues que nuestro comportamiento se modifica para repetir el consumo de esta sustancia porque el cerebro lo entiende como un refuerzo.

El problema es que el alcohol y otras drogas no activan las neuronas de la misma manera que los estímulos naturales. Después de repetir y repetir el consumo, nuestro cerebro convierte ese consumo en un hábito y de un consumo esporádico, podemos pasar a un consumo habitual y, finalmente, a lo que conocemos como un trastorno de consumo de alcohol que puede desembocar en su estadio más grave: la adicción al alcohol.

Hipólito afirma que el 20% de los que comencemos a consumir alcohol en estos días para “intentar encontrarnos mejor” somos vulnerables a que, llegado el momento, cuando nos desconfinemos, no podremos dejar de consumirlo, porque este consumo repetido dará lugar a cambios tanto estructurales como funcionales de las neuronas del sistema mesocortilímbico y que convierten la adicción en una enfermedad mental que requiere tratamiento. Sin pensar, el alcohol se convertirá en el estímulo más importante y será muy difícil dejar de consumirlo.

La investigadora de la Universitat de València explica que, desgraciadamente, aún queda un largo camino por recorrer porque las terapias actuales no son muy efectivas y la mayor parte de los pacientes vuelven a recaer, y es por eso que invertir en investigación mejora nuestra salud y nuestra sociedad.

Leed el artículo original publicado en The Conversation.